sábado, 6 de junio de 2009

CENICIENTA EN EL OJO DE LONDRES

La joven Cendy vivía en un gran duplex en Londres con su padre, su madrastra Merylin y sus hermanastras Alexandra y Evelyn, y su vida transcurría muy feliz y sin problemas económicos ya que su padre era el propietario de una importante cadena empresarial de hamburguesas en la capital.

Cuando su padre murió, las cosas cambiaron y a Cendy le obligaron a trasladarse a una de las habitaciones de servicio y a trabajar de criada en la casa.

Su sueño era poder recuperar la empresa de su padre, por lo que buscó y consiguió un trabajo de limpiadora en “The London Eye”. Era un trabajo mal pagado pero lo necesitaba para poder ir ahorrando dinero hasta que encontrara otro mejor. Por suerte, tenía a sus amigos los robojuguetes, encargados de controlar el funcionamiento de cada nave de la noria.

Un día, cansada de tantas horas de trabajo, Cendy acudió a una cafetería a relajarse un ratito. El camarero le ofreció la especialidad: “Chocolate con churros a lo español”. Cendy no pudo evitar una sonrisita ante el joven y simpático camarero. Se tomó el chocolate tranquilamente, se relajó y converso largo rato con Mark, el camarero, contándole su historia. No se dio cuenta que su madrastra estaba en el exterior de la cafetería vigilándola.

Merylin, viendo la complicidad que había entre los dos jóvenes, sintió fuego en su interior y se puso como una furia. Sentía tanta envidia por la joven Cendy... Lástima que sus hijas no fueran tan agraciadas como ella.

Pasó un buen rato y Cendy se dió cuenta que se había hecho muy tarde, ya que a las seis y media tenía que estar en el duplex de su madrastra para servirle un te y recibir a sus amigas.

Nerviosa por la hora corrió hasta el apartamento, sin despedirse de Mark y olvidiándose en la cafetería una pulsera en la que ponía “the London eye”.

El camarero, Mark, no sabía cómo podría devolver la pulsera a la joven Cendy; miró de arriba a abajo la guía de teléfonos, pero nada, era inútil, ella no poseía ninguna casa, tienda o hamburguesería a su nombre ya que ahora, todo pertenecía a su madrastra.

Desde aquel día, la madrastra comenzó a tratar mucho peor a la joven y apenas le dejaba salir de casa. ¿Cómo podría una persona tener tanto odio en su interior? A Cendy le era imposible abandonar a su madrastra y sus hermanastras ya que no tenía nada de dinero ni familia que pudiera ayudarla.

Mark guardaba la pulsera, pero sentía la necesidad de devolvérsela a su dueña en mano y deseaba volver a verla, así que iba todos los días a la noria a ver si ahí obtenía información de Cendy. Él preguntaba por una chica alta, rubia, guapa ... pero nada, fué inútil. En la noria era solo conocida como “la chica de la limpieza”.

Un día, Cendy consiguió salir de la vivienda y fue a visitar a sus amigos los robojuguetes. Ellos le invitaron a subir a la noria. Entonces, Mark, que había acudido allí como todos los días, la vió e intentó desesperadamente subir a la misma nave, pero ya era tarde, la noria avanzaba demasiado rápido. A Mark no le dió tiempo a subir y tuvo que coger la siguiente.

Cendy, que lo vió, se quedó perpleja y feliz, ya que ella también sentía la necesidad de hablar con él, así que avisó a uno de los robojuguetes para que parara la noria y Cendy se cambió a la nave de Mark. Al verle frente a ella, notó como si unas mariposas le rebolotearan por la tripa. A él le pasaba lo mismo. Ninguno de los dos se atrevía a enunciar palabra, hasta que él sacó del bolsillo de su chaqueta la pulsera y ella se lo agradeció con una sonrisa y un beso.

Estuvieron dando vueltas y vueltas en la noria mientras continuaban la conversación interrumpida dos semamas antes en la cafetería. Mike convenció a Cendy para que se revelara contra su madrastra. La acompañó a uno de los mejores bufetes de abogados de Londres y consiguió recuperar las hamburgueserías O’Connor y toda la herencia de su padre.

Su madrastra Marilyn acabó vagabundeando por las calles londinenses. En cuanto a las dos hermanastras, sustituyeron a Cendy en su trabajo y vivieron tan tranquilas limpiando los suelos y los cristales del Ojo de Londres, The London Eye.

En cuanto a la pareja de jóvenes, no volvieron a separarse y todos los días acudían a la noria y a la cafetería donde se habían conocido. Y así hasta el día de su boda.

Ane Molina Irujo

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