domingo, 26 de abril de 2009

Joan Manuel Gisbert

J. Manuel Gisbert (primera parte)

Hola chicos, me he comprado tres libros de Gisbert, de momento me he leído dos, y hasta que podamos hacer los resúmenes, os dejo mis comentarios.
El primero que me leí se titula “El arquitecto y el emperador de Arabia”. Trata de que el emperador de Arabia Al-Iksir, para demostrar su poder, y que su leyenda perdurará a través del tiempo, encargó a Iskandar (el mejor arquitecto) la construcción de un jardín, de un precioso y gran jardín.
Me ha gustado mucho, las descripciones de la construcción y del resultado final son precisas, y muy gráficas, tanto, que mientras lo leía, el pensamiento se me iba a diversos parques que conozco: el parque del Mundo (en la Chantrea) –que tiene árboles de distintos sitios-, el parque de Burlada -que tiene una gran jaula con pájaros muy diferentes, árboles, diferentes nidos...- el Señorío de Bértiz, el jardín botánico del “parque grande” de Zaragoza, y otros jardines botánicos que he visto y que no me acuerdo de dónde...
El emperador y el arquitecto buscaban la perfección de la obra, y eso me recuerda a una historia que os voy a contar y que mi padre no se cansa de repetirme cada vez que quiero acabar pronto la tarea.
Era un emperador oriental. Le habían hecho un palacio nuevo, y pensó que en uno de los salones quedaría muy bien un cuadro de un pavo real. Llamó al mejor pintor y le dijo que hasta que lo acabara, él se encargaría de su manutención, y que cuando estuviera terminado, le pagaría mucho dinero. El pintor se fue a su casa, y empezó a pintar el cuadro. Pasaron 6 meses, y luego otros 6. Al año, el pintor fue al palacio con su gran y precioso cuadro. Los sirvientes lo colgaron en la pared, y llamaron al emperador. El emperador lo contempló y mostró su satisfacción con el resultado, pero habiendo pasado tanto tiempo, pensó que el pintor era un vago y que le quería tomar el pelo, así que le dijo: “Si, es un bonito pavo, pero... ¿no te parece que has tardado demasiado para hacer un simple dibujo?, tu eres un gran pintor, esto no te debería haber resultado tan difícil, ¿no habrás querido abusar de la manutención gratuita?”
El pintor, que no era ni un vago, ni un abusón, le contestó: “Gran emperador, no tengo la intención de abusar de su dinero ni de su paciencia. ¿Podría acompañarme a mi estudio?”. El emperador accedió, y ambos fueron a la casa del pintor. Cuando abrió la puerta, el emperador no lo podía creer, había cientos de cuadros por todos los lados. Todos los cuadros eran de pavos reales. Mirando a la derecha, a la izquierda, pavos de frente, colas de pavo.... Entonces el gran emperador entendió que para hacer un bonito cuadro, el pintor no se conformó con el primero que hizo, sino que buscó la perfección para el gran salón del emperador. El emperador, le dio la mano, satisfecho, y le pagó el dinero acordado.
El emperador de Gisbert no es tan complaciente como el de mi historia. La ambición y el deseo de poder y de que le admiren son superiores al sentido común. Pero para saber porqué digo esto.... ¡Tenéis que leer el libro!

Rocío Berrade Asín

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